Esto fue publicado en un periodico de izquierda parece que el "ghost writer"
fue el Lunfa.
Chuck
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La bendinización del peronismo matriarcal
Plinio: Te envío lo último que me envió Caifás, pese a los cuestionamientos
y recomendaciones del progresista Alcibíades y del librepensador Cicerón,
que prefieren que el último opus de Plutarco no trascienda. Por ahora
manejalo con discreción. Demóstenes
Gracias a la estética del maltrato que suele cultivar el presidente
Kirchner, probablemente en pocos años la Real Academia Española autorizará
la inscripción de un nuevo neologismo, "bendinización".
Se trata de un concepto que debiera entenderse como la acción de menoscabar
al prójimo, o como un mero sometimiento sin contemplaciones del subordinado,
o como una patética y simple humillación del semejante.
Entonces podría perfilarse el neologismo como un concepto polifuncional que
deleitará a los lingüistas y semióticos de Foucault, y cautivará a los
lacanianos de Germán García, puesto que su significante, en sus riquísimas y
variadas alternativas, admitirá también su utilización como gerundio, por lo
tanto "bendinizando" podría entenderse como la acción obvia de "bendinizar",
aunque en todo caso el vocablo aquí funcionaría como verbo infinitivo.
Sin embargo, como verbo, "bendinizar" podría también ser de conjugación
simple o compuesta, que contemple la totalidad de los tiempos pretéritos que
tanto tienen que ver con la memoria, como los indefinidos e imperfectos. Y
podrá utilizarse desde el presente del modo subjuntivo (que yo bendinice)
hasta el futuro más elemental del indicativo, un "nosotros bendinizaremos".
O como participio pasivo, un "bendinizado", como expresión que puede
graficar la idea resignada de derrota, o como sustantivo, por ejemplo
"bendinizador", sujeto o eje de una construcción gramatical precaria como la
inteligencia del estadista que impulsó la necesidad de implantar el
neologismo de referencia.
Sin embargo los riesgos se amplifican cuando el presidente, en la vorágine
de su temperamento turbulento que suele conducirlo a confrontaciones tan
sucesivas como simultáneas, aspira a globalizar el concepto de
"bendinización".
Y llevarlo, en principio, al plano de la teoría política, y de inmediato a
la política práctica, a los efectos de bendinizar implacablemente a los
máximos dirigentes del peronismo matriarcal.
A tales bendinizados jerarcas corporativos que representan sus respectivos
feudos, no se les brinda tan sólo una escalerita para retirar los retratos
de Videla y de Bignone. En sus casos es peor, porque implícitamente deben
retirar, sin siquiera tener derecho a la nostalgia, los retratos de Evita y
de Perón.
Cabe de todos modos aceptar que algunos gobernadores, como un significativo
lote de legisladores y ministros, aunque sin haber retirado ningún retrato,
se bendinizaron solos, en defensa propia.
Como por ejemplo Felipe Solá, quien últimamente recuerda el primer verso del
tango "Fangal", porque pobrecito viene en falsa escuadra desde el 1 de
marzo, equivocándose a canilla libre y por el borde y a punto de deslizarse
definitivamente en el fango de la deslegitimación.
O como el intrascendente Insfrán, un pretexto para ocupar una silla, y hasta
curiosamente un Busti, que supo de riesgos peores que el improbable
aislamiento, o el propio Fellner, cuya presidencia histórica del peronismo
se limitó apenas a la emotividad de un discurso olvidable y a aceptar la
bendinización posterior con resignación cristiana.
Todos estos próceres del Billiken del futuro pusieron sus renuncias a
disposición del Gran Bendinizador. Porque las reclamaba, después de
menoscabar al congreso menos violento y más ridículo de la historia de un
peronismo indiscutiblemente a la deriva, desde junio de 1974.
Un peronismo felizmente matriarcal. Porque, como todo espacio de cultura
supuestamente machista que busca su lugar más en la farsa que en la
tragedia, debería reconocerse la existencia de un matriarcado que por lo
menos sostiene la caricatura del actual peronismo, y cuyas raices deberían
rastrearse en la mitología que condecora a Eva Perón y simultáneamente
ningunea a la señora María Estela Martínez.
Entonces el máximo error retórico de la Primera Ciudadana no consistió en
embestir con la palabra para defender, con la arrogancia de su pose
desafiante, al bendinizado gobernador Acevedo.
Consistió en confundir a los congresales sin identidad, al despotricar
contra las mujeres que son portadoras de marido, cuando en realidad hoy son
aquellos devaluados maridos los que debieran definirse como vergonzantes
portadores de mujeres.
Téngase en cuenta que ellas, con mayor frontalidad y menor tendencia al
cinismo, resultan infinitamente más interesantes que sus hombres, entre
otros motivos porque son las encargadas de poner sin reparos los ovarios
cuando corresponde en la confrontación, mientras sus conyugues sinuosos
tratan después de componer la enojosa situación generada por las damas de
superior capacidad y energía, mientras ellos, escasamente viriles y
dominados, se encargan de lavar los platos del grotesco y decidir
arbitrariamente que aquí no ha pasado nada.
De todas maneras, Kirchner, el Gran Bendinizador, no se conforma y va por
más bendinizados. Porque se lanza a bendinizar, con la prepotencia que le
brinda su chequera, a un ciertamente experimentado De la Sota.
Justamente a quien, estimulado por su propia perversidad, se decidió a
lanzar la memoria del cadáver agujereado de Rucchi entre las tensiones
contenidas del congreso de Parque Norte. Ocurre, en el fondo, que De la Sota
ya se siente muy grandecito para permitir que lo bendinicen por la espalda.
Desde atrás y en forma violentamente contranatural, indigna y sucia entre
supuestos compañeros, camaradas de feudos apenas unificados por la marchita
que despaciosamente se olvida.
Mientras tanto, desde el poder central se le lanza el oxígeno de partidas
sustanciosas a un humorista transversal como el señor Juez, para que
desaloje a De la Sota de la gobernación con sus ocurrencias imitadas al
Cacho Buenaventura, y que resultaron eficaces para ganar la alcaldía de
Córdoba pero que se rebelan como insuficientes para gobernar.
Aunque, por ahora, Juez sigue las enseñanzas tácitas y el ejemplo del Gran
Bendinizador, y puede justificar su incompetencia para gestionar con la
culpabilización del diabolizado poder provincial y el descalabro de la
"herencia recibida".
Tampoco el Gran Bendinizador consiguió bendinizar tan fácilmente al
gobernador de Santa Fe, quien pudo representar al peronismo de las
regionales.
Ocurre que Obeid no puede ser bendinizado desde la izquierda, a través del
mismo mecanismo de Juez en Córdoba, pero con la efectiva transversalidad de
Binner.
Porque, cuando era chico y creía en la revolución social, Obeid fue un
montonero de verdad, y de ningún modo se trató de un perejil de aquellos
como Virolita, quien en la misma epopeya de Kunkel solían en las
manifestaciones gritarle a Rucchi "¡traidor¡", justamente cuando le
anticipaban a coro y de manera macabra al dirigente sindical que le iba a
pasar lo mismo que a Vandor, es decir que iban a asesinarlo.
Y por supuesto que con Rucchi cumplieron, como cuarenta balazos en aquellos
celebrados tiempos en que la izquierda, con su ingreso masivo y juvenil al
Movimiento Peronista, apostaba a que podía utilizar a Perón para hacer la
revolución socialista, sin siquiera calcular que Perón lícitamente los
utilizaba a ellos apenas como cubiertos descartables para retomar el poder.
Treinta años atrás, el viejo sabio ya descontaba que la izquierda sólo podía
servirle para llegar, y nunca para gobernar, y menos aún para mantenerse. Y
si duró apenas ocho meses la recuperación de su gloria no fue porque le
faltó capacidad. Le faltó tiempo.
El viejo compañero de su cuerpo estaba virtualmente estragado, y en adelante
caería sobre la Argentina, implacablemente, la noche del fracaso.
Kirchner supone que a Duhalde, en cambio, perfectamente también lo puede
bendinizar. Y en principio lo somete a la humillación de la impotencia por
no poder evitar el retiro del retrato de Juárez, su máximo aliado
incondicional en la lucha contra su enemigo Menem, y repentinamente
entregado hoy al escarnio de la intervención y la prisión domiciliaria.
En definitiva, el obstáculo de Kirchner para bendinizar con eficacia a la
Buenos Aires que silenciosamente se arrepiente de haberlo catapultado hacia
la presidencia, lo representa hoy la señora Hilda González. Porque a ella
tampoco puede bendinizarla con un escueto "proceda".
Y felizmente no se la ve nada predispuesta a desprenderse de ningún retrato
que haya contribuido a forjar su identidad.
En el fondo, Kirchner y Duhalde son rehenes recíprocos. Corresponsables del
eventual fracaso que irreparablemente otra vez se avecina sobre el
maltratado país, con situaciones distintas de deterioro pero con la misma
irresponsabilidad de hace tres décadas.
Y cuando el Gran Bendinizador se desbarranque pesadamente desde las
encuestas artificiales de Artemio, el pobre Duhalde descuenta que se puede
caer con él.
Y entonces en la Argentina oscilante de agravios pendulares, llegarán nuevos
diabolizadores, y cambiarán los inquilinos transitorios de determinados
pabellones, y los colaboracionistas de los desatinos de hoy tratarán de
adaptarse exitosamente con la flamante sintonía.